martes, 8 de septiembre de 2009

EL TENIENTE BLUEBERRY. BOSQUEJO EDITORIAL DE UNA OBRA QUE SE CONVIRTIÓ EN LEYENDA













En 1985 conocí las aventuras del Teniente Blueberry, el que probablemente sea el màs inspirado comic del western que se haya hecho en Europa.
Esta nota trata de entusiasmar al que la lea para que encuientre dónde dejó abandonados sus viejos fasículos, para que busque donde comprarlos o para que torture a la web hasta que le diga cómo conseguirlos.
Como las pelìculas italianas, lo que realizarán la pareja Charlier (Guiones) y Jean Giraud (GIR como dibujante, antes de convertirse en Moebius), marcarìa una historia.
Michael Steven Donovan es el hijo del dueño de una plantación sureña, pero una acusación errónea le lleva a unirse al ejército del Norte contra los Confederados. Se convierte en Mike Blueberry, el perfecto antihéroe: noble, jugador empedernido y siempre metido en peleas. Blueberry es un personaje que habita un universo inspirado en los mejores westerns italianos, rodeado de forajidos, charlatanes y caza-recompensas, pero los autores no olvidan su sello personal con unos escenarios variados y detallistas y diálogos ricos e irónicos.

En la década de los sesenta y primeros años setenta el western cinematográfico en Estados Unidos no se encontraba en sus mejores momentos. A la expansión del género durante la década anterior, fechas en las que se realizan sus mejores obras, sigue una fase donde la creatividad entra en receso pese a permanecer en activo grandes clásicos del género como Ford, Hawks y Walsh. Pese a todo, autores como Sam Peckimpah, Ralph Nelson, Samuel Fuller, John Sturges, Robert Aldrich, Clint Eastwood o el italiano Sergio Leone están en el comienzo de unas carreras prometedoras o si acaso en la madurez de las mismas, asegurando con su trabajo un momento fecundo de creación.

Charlier con una técnica narrativa muy en consonancia con el medio fílmico, asume de este, importantes influencias que se evidencian con paralelismos en filmes contemporáneos o en precedentes. De esta manera en los primeras historias de la serie o en el ciclo de Nariz Rota de Charlier y Giraud, con las guerras apaches como telón de fondo se reconocen ascendientes de filmes como Apache (1954)de Robert Aldrich, y en ambas narrativas un feroz retrato del pueblo apache. Los apaches quedan definidos como seres prácticamente invencibles merced a su prodigiosa adaptación telúrica y al aprovechamiento hasta el infinito de recursos muy limitados. Esa èpica se coló parcialmente a fines de los sesenta en un serial televisivo "sucio", opuesto a "Bonanza", "The high Chaparral".
Escenas en donde un grupo de indios juguetean con una cabeza decapitada, o la introducción de un rabo de perro en la boca de un colono muerto entre torturas plasman a un pueblo que Charlier humaniza en exceso y que Giraud atina en su aspecto físico.
En 1950 Delmer Daves realiza Broken Arrow, un western que intenta rehabilitar el sentir y el modo de vida de los indios apaches. Su importancia histórica es enorme, ya que a partir de ese film la óptica racial de los westerns cambia radicalmente. En 1965 Sam Peckimpah rueda Major Dundee, que refiere una expedición de castigo de un batallón mandado por un enfermizo oficial (Charlton Heston) contra los apaches de Sierra Charriba, demonios parecidos a los que Aldrich retrataría siete años después. Pese a que los indios constituyen lo anecdótico de la cinta su presencia es siempre ominosa y escalofriante. La argumentación central -como en casi todos los filmes de su autor- reside en la amistad perdida y su mutación en odio siempre con el inevitable tono crepuscular, en el que Peckimpah creía cual si de una religión se tratara.
Las guerras apaches son narradas con la sugestión vitalista típica de Raoul Walsh en su último y considerado trabajo: Distant Trumpet en 1964. Guerreras azules vestidas por jóvenes oficiales, maduros y tolerantes generales, intrépidos indios y cargas épicas. Donde el homenaje -por no decir plagio descarado- es en la historia “L’homme à l’étoile d’argent” o "El hombre de la estrella de plata",de desarrollo muy similar al título de Howard Hawks Rio Bravo (1959). Un Blueberry en el rol de John Wayne, un McClure émulo de Walter Brennan, y las resencias de una maestra (en el film era una corista interpretada por una jovencìsima Angie Diockinson) y un muchacho, ponen fin a una molesta banda de facinerosos que tiene dominada una pequeña ciudad. Aunque la narrativa de Hawks es más fluida y su estudio de personajes más cuidado, la historia de Blueberry (aun con la falta de un quinto personaje equivalente a Dean Martin) se mantiene con sorprendente lucidez, siendo especialmente admirable en las escenas del fuerte.

El propio Hawks se plagió a si mismo en 1967 con Eldorado, renovando la historia hacia tintes de ocaso, en donde John Wayne y Robert Mitchum limpiaban la ciudad de pistoleros representando estos últimos una vejez en la que la pareja protagonista intenta suavizar su entrada.
En este relato Charlier y Giraud llenan toda la trama de numerosos personajes, cual si de una historia coral se tratase, además de utilizar panorámicas cargadas de abundante paisanaje que homenajea con cariño el particular estilo del viejo maestro De Mille. En la cinta dirigida por Ralph Nelson en 1970, Soldier Blue, un remedo de Custer ordena el exterminio de un pacífico poblado indio que probablemente pudiera simbolizar alguna matanza -tipo My Lai- del ejército estadounidense en la guerra de Vietnam. Los últimos veinte minutos muestran con todo tipo de trucajes la matanza precedida de violaciones, torturas y otras lindezas que los asesinos uniformados perpetran contra un pueblo indefenso. Película mutilada- cuando se pasa por la televisión lo hace con el montaje truncado- y pese a todo circula en video.

Es asì que entre mediados de 1969 y 1970 aparece la primera saga del Teniente Blueberry corta, con solo dos historias, aunque con la segunda algo más larga de lo habitual, ambientada en los Montes Superstición (Arizona). Hay una huida de las grandes multitudes y del protagonismo coral pues la historia se mantiene con media docena de personajes, eso sí, perfectamente dimensionales. Mentiras, ambigüedades, crueldad y socarronería convergen en un paisaje asfixiante y claustrofóbico con una narración de ritmo lento y que se resuelve con una elipsis desmesurada en su segunda y última historia (“L’Spectre aux Balles D’Or”). El habitual protagonismo de Blueberry cede ante las brillantes figuraciones de McClure y Prositt Luckner dos viejos que aunque parezcan un par de truhanes desvergonzados esconden recursos de la más refinada eficiencia y crueldad.
Charlier va revelando la biografía de Prositt provocando la sorpresa del lector cuando este se topa de bruces con un contumaz asesino.
El auge que había experimentado el western europeo a mediados de los años sesenta cala en los autores por lo que ambos se posesionan de modos narrativos con esta particular estética barroca cuyo máximo representante es Sergio Leone en sus tres famosos filmes rodados en Almería, interpretados por Clint Eastwood e instrumentalizados por Ennio Morricone: Per un pugno di dollari, en 1964 de estructura lineal y narración seca que recuerda una obra de Dashiell Hammett, Per qualche dollaro in piu (1965), una versiòn western de "Cosecha Roja", próximo a una superproducción, y Il bouno, il brutto, il cattivo (1966) superproducción en toda regla con libertad para imponer su estilo personal y sus juegos narrativos con el tiempo.
El rostro de Blueberry se acerca más que nunca al del actor francés Jean Paul Belmondo, mientras que el del pistolero viejo y socarrón toma las facciones del venerable Spencer Tracy con una expresión tan torva como la que podría lucir Lee Van Cleef (eterno secundario del espagueti western en general y fetiche de las películas de Leone en particular). El guiño fue corromper la humanitaria figura de Spencer Tracy de manera parecida a la realizada por el mismo Leone con el casi siempre bonancible Henry Fonda en C’era una volta il West (1968) en la que interpretaba a un temible pistolero vestido de negro, vicioso y ruin. En sus westerns Leone (y ciertamente Charlier) mezcla lo paródico con lo sublime por lo que en su narrativa no se sabe si se mitifica el género, se desmitifica o suceden ambas cuestiones. Lo que sí es una realidad es la liberación del western de las pantallas de televisión para reincorporarse en las salas oscuras, su lugar de exhibición natural. Pero si las figuraciones gráficas y el devenir narrativo evocan al espagueti western, el paisaje en donde Giraud mueve al personaje se hace tremendamente parecido.

La que sin duda es la mejor aventura de Blueberry, en donde su rol cambia de oficial a renegado por lo que mantiene su coherencia y su evolución como persona, consta de tres episodios titulados “Chihuahua Pearl”, L’homme qui valait 500.000 $” y “Ballade pour un cercueil”. En sí misma se adjudica influencias cinematográficas tan genéricas que resulta difícil especificarlas, por lo que más bien simboliza una mixtura del género. Son muchos los factores que determinan que esta historia sea la mejor de todas las realizadas por sus autores. Desde una ambientación mejicana que según Giraud evoca su propio pasado de sexo y marihuana, un guión pleno de acontecimientos poblado de personajes magníficamente trazados que dialogan en conversaciones analíticas de indudable aroma literario, pasando por un montaje de ritmo rápido con unos dibujos (composiciones secuenciales, primeros planos, panorámicas…) como jamás ha realizado Giraud.
Destaca de manera especial la regia presencia de Chihuahua Pearl, prostituta,cantante, pistolera que dispara como un hada, aventurera y mercenaria del espionaje, construida en la mejor tradición del cómic clásico y siguiendo las pautas marcadas porla Mujer Dragón de Milton Caniff, Will Eisner o las cinematográficas de Howard Hawks. Quizás el hecho más peculiar del relato se asienta en que Charlier en vez de inventar nada mezcla los arquetipos más inconfundibles del western. La mujer fatal armada (¡por fin se manifiesta!) el borrachín viejo, los malvados terratenientes y el charlatán que vende panaceas en forma de milagrosos fármacos. Añádase a esa nómina los cazadores de recompensas, los forajidos Jay Hawkers. una banda de renegados sudistas, un torturador chino, un oficial del ejército sudista valiente, pragmático y romántico, el campesino que lo asesina para robarte las botas a la medida que le regaló Pearl y un agente del gobierno mejicano con la misión de recuperar un tesoro que paradójicamente no existe. Pero no solo son los arquetipos, pues la aludida mezcla también interesa a los escenarios más recurrentes del género: ríos, cañadas, desiertos, cuarteles, pasos de frontera, mansiones, penales, burdeles,pueblos abandonados y cuarteles en donde se coreografían los sucesos propios del western, tales como emboscadas, disparos, persecuciones a caballo y escenas de insinuante calado erótico. Un compendio del gran género plagado de gestos para un público cómplice. Un clásico en toda su extensión. Una obra maestra en su acepción más meridiana.

En el álbum decimoquinto (y aparentemente definitivo )de la saga, Charlier apura al máximo el argumento, entrando por unos derroteros francamente innovadores. Una corte marcial de las fuerzas armadas de los Estados Unidos, expulsa del ejército a Blueberry, que es degradado simbólica y efectivamente delante de la tropa. El ex-teniente, condenado a treinta años de cárcel, es enviado para el cumplimiento de la pena a la penitenciaría de Francisville. El álbum titulado "Balada para un ataúd”, había terminado con la imagen de un furgón celular que lleva al preso a enfrentarse con su largo cautiverio.
La siguiente entrega de la serie, titulada "Fuera de la ley", define la nueva situación del héroe y Gir lo hace de una manera magistral.
El historietista dibuja al personaje imprimiendo en su rostro una dureza que lo hace casi irreconocible. Esta es una audacia que, si no me equivoco, jamás había sido realizada por ningún otro artista del cómic. El nuevo e insensible Blueberry se fuga de la prisión y se ve envuelto en un complot para asesinar al presidente Grant. El magnicidio deberá ser ejecutado por un pistolero especializado llamado Ángel Face, un sicario encargado de realizar el disparo que matará al máximo mandatario de la nación norteamericana. El arma del crimen es un colt de fabricación especial, con cañón largo, culata de fusil y mira telescópica, capaz de acertar a una moneda a seiscientos pasos.
En el álbum "Ángel Face", nombre clave del asesino, aparecido en 1975, Gir se cansa del hombre de la nariz rota y decide matarlo. El atentado al presidente Grant es frustrado por nuestro rudo teniente. Después de una larga huidadel asesino frustrado en la que todo el mundo le persigue, Blueberry le encuentra sobre una locomotora que descarrila en una curva y explota.
Todos damos por sentado que el personaje muere en el accidente. La serie queda suspendida y Gir, con el seudónimo de Moebius, en alianza con Jodowowski, se lanza al campo de la ciencia ficción, un género nuevo y experimental con el que, en años sucesivos, tendría un éxito resonante.
¿Fin?
En 1990 el ciclo de Blueberry tocaba a su fin.
Con las anotaciones dejadas por el guionista Charlier (fallecido en 1989) Giraud culmina la saga de Blueberry en el epílogo titulado “Arizona Love”, en el que con un insólito aire de desmitificación el protagonista busca consumar su amor con la aventurera Chihuahua Pearl para posteriormente declarárselo para toda la eternidad. Giraud ni construye con la facilidad ni con la eficiencia con lo que lo hace Charlier.
Ante el dilema de finiquitar una historia dándole un final de tinte mítico, o por el contrario mantener activo un personaje que lo había enriquecido, Giraud entierra a Moebius y su alianza con Jodorowski y resuelve en una solución salomónica. Separará a la pareja para mantenerlos en sus roles arquetípicos y por tanto legendarios (un vagabundo y una aventurera, ambos solitarios) y anunciará de manera sutil el retorno del héroe en la última viñeta. En ella se observa a Blueberry cabalgando con la cara hacia el lector en franca oposición a las fábulas del oeste en donde el jinete se aleja del espectador y se funde directamente con una pradera eterna puerta de entrada al paraíso de las leyendas. Al renegado Blueberry se le niega pues el encuentro con Shane (1953, George Stevens) con el hombre muerto sin nombre (High Plains Drifter 1973, Clint Eastwood), plagiado por si mismo en el predicador Pale Rider (1985, Clint Eastwood).

En 1995 vuelve a reaparecer el héroe Blueberry, realizándose hasta 2003 cuatro álbumes engranados argumentalmente y firmados por Giraud. Pero… ¿es el mismo personaje que apareció en Pilote en 1963? Eso es otra historia. Otro blog.

No hay comentarios:

Publicar un comentario