viernes, 4 de septiembre de 2009

La primera musa del cine B







El submundo del cine fantástico y de terror tiene sus propios mitos, como todos los submundos. Si hablamos de cine de serie B mucho más.



De partida, la bellísima Barbara Steele.



Esta actriz británica nacida en 1938 fue la “horripilante” musa de muchos directores que trabajaban el género del “fanta-terror”. Tuve conocimiento de su existencia por primera vez al ver ‘Un Ángel para Satán’ (1966), una produccion italiana de ambientación gótica y romántica dirigida por Camillo Mastrocinque. Sus peculiares rasgos físicos, a medio camino entre chica inocente, enferma mental, muerta viviente y vampiresa y su cuerpo curvilíneo la convirtieron a lo largo de más de una década en una de las actrices imprescindibles del terror europeo de bajo presupuesto. Podríamos compararla con otras musas del terror como Vampira.
Comenzó su carrera en 1960 interpretando el papel protagonista en la película de Mario Bava ‘La Máscara del Demonio’. Pero fue al año siguiente cuando, de la mano de Roger Corman, coprotagonizó ‘El Pozo y el Péndulo’, una película basada en el célebre relato de Edgar Allan Poe. En un intento de no quedar encasillada en este tipo de personajes, Barbara Steele consiguió un pequeño papel en la obra ‘8 1/2′ (1963) de Fellini, aunque finalmente volvió al cine fantástico con cintas como ‘El Espectro’ (1964), ‘Voces Blancas’ (1964), ‘El Castillo Sangriento’ (1964), ‘El Largo Cabello de la Muerte’ (1965) o ‘La Maldición del Altar Rojo’ (1968) (”terror-yeyé” en estado puro, una película no muy buena pero recomendable). Después de los años sesenta, Steele fue espaciando sus trabajos, seguramente por la falta de oferta. Los locos años de la década prodigiosa habían terminado y ese tipo de cine también. Sólo participó en películas menores alejadas del terror gótico que la hizo popular, incluyendo un pequeño papel en ‘Piraña’ (1978).

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